jueves, 4 de agosto de 2011

Obispo Angelelli, martir de la iglesia y del pueblo



El 4 de agosto de 2011 se cumplen 35 años del asesinato de Enrique Angelelli, el siempre recordado obispo de La Rioja, aquel que viviera su ministerio “con un oído en el pueblo y otro en el evangelio”.
Nacido en Córdoba, y ordenado sacerdote en Roma, volvería a su provincia, allá por los años 50 para ejercer el ministerio entre los pobres, los obreros y la gente del pueblo. Ese era su lugar. Como en aquella villa del sur de la ciudad de Córdoba, cuando celebró misa bajo un árbol, con una mesa rústica, y un jarrito de lata. Las casi cien personas que estaban allí le iban a escuchar decir lo que difícilmente olvidarían: “Quisiera que tomásemos un vino ahora, pero como no tenemos ni siquiera agua, yo los invito a que nos demos un abrazo”.

Y al asumir la diócesis de La Rioja dejaría en claro que tan sólo era “un hombre de tierra adentro… un riojano más”. Y así fue. Un pastor, un padre, un hermano, un compañero. Alguien que vivió como alguna vez escribiera en uno de sus poemas: “Mi vida fue como el camino, pegadita al arenal, para que la transite la gente pensando ¡Hay que seguir andando nomás!”.
Bien le caben a Angelelli aquellas palabras de San Pedro Crisólogo en los comienzos de la Iglesia: “Los mártires nacen al morir. Su fin significa el principio. Al matarlos se les dio vida verdadera y ahora brillan en el firmamento cuando se pensaba haberlos suprimido de la tierra”.
En efecto, el obispo Enrique Angelelli es parte de nuestra historia como pueblo. Pero a la vez, sigue vivo en su La Rioja querida, en las Iglesias, entre los pobres, y en tantos militantes de la vida y de la fe que sueñan y trabajan por un mundo distinto, más semejante al reino que Jesucristo inauguró en la tierra.

Biografía
Acercamos una breve reseña de su vida.
Enrique Angel Angelelli nació el 17 de julio de 1923, en Córdoba. Sus padres Juan Angelelli y Celina Carletti, inmigrantes italianos, vivían a las afueras de la ciudad dedicándose al cultivo de hortalizas.
A los 15 años ingresó al Seminario Metropolitano Ntra. Sra. de Loreto de Córdoba. Al iniciar el segundo año de teología fue enviado a Roma para completar sus estudios en el Colegio Pio Latino.
En 1949, a los 26 años, se ordenó de sacerdote y continuó sus estudios en la Pontificia Universidad Gregoriana hasta obtener la licenciatura en Derecho Canónico.

El Padre Angelelli
De regreso, en 1951, comenzó su labor pastoral como Vicario Cooperador en la Parroquia San José de Barrio Alto Alberdi y Capellán del Hospital Clínicas. Las villas miserias de la zona eran visitadas por el P. Angelelli y ese contacto con los marginados fue haciendo crecer en él su predilección por los pobres.


Enrique Angelelli, obispo auxiliar
El 12 de diciembre de 1960 fue designado obispo titular de Listra y auxiliar de Córdoba, recibiendo la consagración episcopal el 12 de marzo del año siguiente. Pocas veces la Catedral se vió abarrotada de obreros y gente humilde.

Mons. Angelelli en La Rioja
1968. Designado por Pablo VI, el 24 de agosto asumió el obispado de La Rioja, el mismo día que se iniciaban las deliberaciones en Medellín del episcopado latinoamericano. El nuevo obispo quiso ser "un riojano más" y desde el inicio visitó instituciones, comunidades, barrios y poblados riojanos.

Martirio de Mons. Angelelli
1976: En febrero fueron detenidos en Mendoza el Vicario General de la diócesis riojana, Mons. Esteban Inestal junto a dos dirigentes del movimiento rural. Luego del golpe de estado del 24 de marzo se intensificó el control y seguimiento a los miembros de la Iglesia, en el marco de la represión desatada por la dictadura militar. Mons. Angelelli levantó su voz para denunciar las violaciones a los derechos humanos e hizo conocer al Episcopado la persecución de era objeto la iglesia en La Rioja. También hizo gestiones ante las autoridades militares, incluyendo al Comandante del III Cuerpo de Ejército, Luciano B. Menéndez. "El que se tiene que cuidar es Ud.", amenazó el militar. Ante la inseguridad el Obispo de La Rioja aconsejó a muchos sacerdotes, religiosas y laicos abandonar la diócesis para protegerlos, pero no aceptó la invitación de obispos latinoamericanos para un encuentro en Quito, Ecuador. "Tengo miedo, pero no se puede esconder el Evangelio debajo de la cama", confesó a sus familiares que vislumbraban el trágico final.
A pesar de no haber sido canonizado oficialmente por la Iglesia, no hay dudas ni de su martirio, ni de su vida entera entregada por la causa de Jesucristo: anunciar desde los pobres el Evangelio de la Vida, para construir juntos el Reino de Dios.



Tomado de: Centro Tiempo Latinoamericano (Córdoba)

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