jueves, 11 de agosto de 2011

El desenlace social de la crisis

Marginalidad y desempleo: Las mechas de los estallidos que vienen

Informe especial


El malestar social que generan la desocupación crónica y el deterioro de las condiciones salariales, así como el achicamiento de la capacidad de consumo, alimenta y exacerba el estado de frustración colectiva, provoca pérdida de confianza en los políticos y alienta las huelgas y estallidos sociales que comienzan a extenderse por toda la geografía europea y ya amenazan a EEUU. El sistema está en un punto de inflexión: La pérdida de gobernabilidad.




En este contexto hay que leer el reciente estallido social de los marginales en Gran Bretaña, el movimiento de los Indignados en España, y las protestas masivas contra el ajuste en Grecia, Italia y Francia.

La crisis fiscal de los Estados (que se expande por todo la eurozona) ya derivó en "crisis social" por medio de dos actores centrales: La baja de la capacidad de consumo y el desempleo crónico, que ya afecta a casi el 10% de la población, principalmente a los sectores más pobres y vulnerables de la sociedad europea y estadounidense.




Pero a ese escenario emergente de la crisis que se proyecta desde el capitalismo central a la periferia, hay que agregar un informe de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) en París: El 60% de la población activa mundial trabaja sin contrato de trabajo ni prestaciones sociales.



"Hay un claro vínculo entre empleo informal -sin contrato- y la pobreza", indica el informe que pronostica que en 2020 el trabajo sumergido implicará al 66% de la población.

La "crisis social" afecta de manera diferente en la pirámide social: En las clases altas y medias se proyecta como una "reducción del consumo" (principalmente suntuario), en cambio en las clases bajas y marginales se expresa en la desocupación y en una restricción del consumo de los productos básicos para la supervivencia (principalmente alimentos y servicios esenciales).

Esta situación -según las estimaciones- va a derivar en que los sectores sin cobertura ni protección legal, sufran despidos en masa cuando la crisis devenga nuevamente en recesiva (como ya lo advirtieron la OCDE y el FMI) y las empresas decidan "achicar costos laborales" para preservar su rentabilidad.

El sistema de gobernabilidad político y económico de la eurozona hoy se encuentran en riesgo de disolución a raíz de la "crisis financiera" que derivó primero en "crisis recesiva", luego en "crisis fiscal" de los Estados, y que ahora se convirtió en "crisis social" de la mano de los ajustes, los despidos laborales y el achicamiento del consumo popular.

Esta dialéctica de acción-reacción es lo que define, en forma totalizada, un fenómeno que excede la denominación reduccionista de "crisis económica" con el que los analistas del sistema califican el actual colapso económico europeo.

El capitalismo central europeo (tanto como EEUU) no está en "crisis económica", sino en "crisis total", y al final del proceso, si quiere supervivir como bloque, deberá echar mano a lo único que puede preservar su dominio: La represión militar.

Esa es la lectura inmediata que surge del proceso europeo con Estados quebrados y ajustes salvajes, que profundiza el desempleo en masa y la crisis de credibilidad social en los políticos y las instituciones.




Pero este escenario de masa laboral "desprotegida", que el sistema puede expulsar cuando quiere y sin ningún tipo de compensación, es parte integrante de un "cuadro general" de la exclusión y la marginalidad mundial formado por: 3000 millones de pobres, 963 millones de hambrientos y más de 190 millones de desempleados, registrados -según la ONU y el Banco Mundial- en situación precaria antes del colapso financiero en las metrópolis imperialistas.




Mientras que en la pirámide del colapso recesivo global, para un rico o un clase media alta la "crisis social" significa un "achicamiento del cinturón" (prescindir de productos suntuarios o de algún confort), para un integrante de la clase baja significa quedar desocupado o perder capacidad de supervivencia a través de la reducción de su salario.

De manera tal, que en la crisis social se proyectan las mismas variables que en el resto de la economía capitalista: El peso de la crisis golpea con fuerza sobre la base del triángulo social más desposeído (obreros asalariados y pobres) mientras se atenúa en el medio y en el vértice (empresarios, ejecutivos y profesionales) , donde se concentra la mayoría de la riqueza acumulada por la explotación capitalista.



En el 2009 se estimaba que el proceso de crisis financiera recesiva (que tuvo su epicentro en EEUU y Europa y que ya se extendió por las potencias centrales y el mundo periférico) iba a dejar unas 1000 millones de personas expulsadas del circuito del consumo por la desocupación masiva desatada sobre los trabajadores y sus grupos familiares por el cierre de fábricas y empresas.

La amenaza de desocupación crónica y masiva y la reducción del salario como producto de los ajustes, es el núcleo esencial, el detonante central de los conflictos sociales que hoy ya se extienden por Europa y que se van a proyectar a corto plazo (por vía de los bancos y empresas transnacionales que despiden masa laboral a escala global) a toda la periferia de Asia, África y América Latina.

El comisario de Empleo señala que el desempleo aumenta en toda la Unión Europea afecta a más del 10% de la población activa .
En algunos países, como España, ese porcentaje se acerca al 20 por ciento y, entre los jóvenes, afecta a casi el 40%.
La medición oficial, revela que miedo es el sentimiento más generalizado entre los ciudadanos de la eurozona .

Sienten temor a no poder llegar a fin de mes, a no poder afrontar los gastos básicos y a la pérdida del empleo, un sentimiento que siente uno de cada tres europeos.

Aunque esta percepción aumenta hasta el 73 por ciento en Grecia, el 68 por ciento en España, el 63% en Italia y el 62% en Irlanda, los países más afectados por la crisis y donde el mercado laboral se ha deteriorado con más rapidez y contundencia.

Además, pocos confían en el mercado laboral pues la mitad considera que, en caso de ser despedidos, será “poco probable” o "completamente improbable” que alguien vuelva a contratarlos en los siguientes seis meses.




Casi no hay informes (y los que hay son manipulados y reducidos) de cómo la crisis de los países centrales ya impacta en las economías y en las sociedades de los países subdesarrollados de Asia, África y América Latina, donde se concentra la mayoría del hambre y la pobreza a escala planetaria.

Mientras las potencias capitalistas centrales se concentran en "combatir la pobreza" con un presupuesto de US$ 896 millones, los primeros veinte supermillonarios de la lista Forbes concentran juntos una cifra de más de US$ 400.000 millones.

Esa cifra (en manos de sólo veinte personas) equivale casi al PBI completo de Sudáfrica, la economía central de Africa, cuya producción equivale a un cuarto de la producción total africana.
Como contrapartida (y demostración de lo que produce el capitalismo), esas zonas marcadas por una altísima y creciente concentración de hambre y pobreza, figuran en las estadísticas económicas mundiales como las mayores generadoras de riqueza y rentabilidad empresarial capitalista de los últimos diez años.

Tanto el "milagro asiático" como el "milagro latinoamericano" (del crecimiento económico sin reparto social) se construyeron con mano de obra esclava y con salarios en negro. Esto lleva a que, al caerse el "modelo" por efecto de la crisis recesiva global, el grueso de la crisis social emergente con despidos laborales en masa se vuelque en esas regiones.

Y tampoco es casualidad que en estas regiones subdesarrolladas o "emergentes" de Asia, África y América Latina se registre el mayor índice de población laboral en "negro" y la mayor cantidad de pobres, desocupados y excluidos que registra el sistema capitalista a escala global.

Pero de esta cuestión estratégica, vital para la comprensión de la crisis global y su impacto social masivo en las clases sociales más desprotegidas del planeta, la prensa internacional no se ocupa.
Los medios locales e internacionales están ocupados en dilucidar la "disminución de las fortunas de los ricos" y la pérdida de rentabilidad de las empresas y bancos que han generado la crisis por exceso de depredación capitalista y de concentración de riqueza, por medio de la explotación y apropiación del trabajo social colectivo.

A los especialistas del sistema sólo les preocupa el impacto de la crisis en el "mercado" y en las sociedades de los países centrales, pero nadie presta atención en el impacto (y en el desenlace) que finalmente va a tener la crisis con desocupación en las áreas subdesarrolladas y emergentes que cobijan a las poblaciones más pobres y desprotegidas del planeta.

La misma ecuación (de proyección y efecto disímil de la crisis social) se produce en la pirámide de países capitalistas, claramente dividida entre el vértice (las naciones centrales), el medio (las naciones "emergentes") y la base (las naciones "en desarrollo").

En este escenario, y como sucede cíclicamente, nuevamente los sujetos y actores de la crisis social, los motorizadores de las revueltas colectivas (tanto en los países centrales como en las periferias de Asia, África y América Latina) van ser los millones de desocupados y expulsados del mercado del consumo que no van a tener medios de subsistencia para sus familias.

No es el mercado (en sus distintas variantes macroeconómicas), sino que son los expulsados del mercado (los excluidos sociales) los que van a protagonizar el desenlace decisivo de la crisis global capitalista que se avecina.

Y hay una explicación lógica: La crisis financiera y la crisis recesiva, cuyo emergente inmediato es la quiebra y cierre de bancos y empresas, pueden ser reguladas y controladas por medio de la inyección de billonarios fondos por los gobiernos y los bancos centrales imperiales.



En cambio, para los efectos sociales de la crisis económica (la desocupación y el achicamiento del consumo) no existe otro remedio que reocupar a la mano de obra expulsada si se quiere evitar el colapso social y las revueltas populares.

Y para un capitalismo en crisis, cuya lógica funcional pasa por expulsar trabajadores para mantener su tasa de rentabilidad, esa es una tarea imposible.
Por lo tanto, los conflictos sociales son inevitables como desenlace.

Los estallidos y revueltas sociales en EEUU a causa de la crisis, que proyectan desde la CIA hasta los estrategas de Obama, no van a ser protagonizados por los ricos que disminuyeron sus fortunas, ni por los ejecutivos o profesionales que disminuyeron sus ingresos, sino por los cientos de miles de obreros y empleados que van ser expulsados del mercado laboral.

Los sujetos y actores de la crisis social, los motorizadores de las revueltas sociales (tanto en los países centrales como en las periferias de Asia, África y América Latina) van ser los millones de desocupados y expulsados del mercado del consumo que no van a tener medios de subsistencia para sus familias

La maquinaria mediática, que habla de "crisis global" mezclando en una misma bolsa de "perjudicados" a las víctimas (los sectores más bajos de la pirámide) con los victimarios (los ricos del vértice de la pirámide), tiene como misión central ocultar lo que se avecina: Una rebelión mundial generalizada de los pobres contra los ricos.

Esa rebelión (como ya se está mostrando) se va a expresar, a nivel de países, en un auge del nacionalismo en los países de la periferia emergente y subdesarrollada y en un cuestionamiento creciente del centralismo explotador y proteccionista de las potencias regentes.

A nivel social, el proceso recesivo con desocupación va a ir generando escaladas masivas de conflictos sociales protagonizados por dos actores centrales: Los pobres y desocupados.

Y los ricos, los del vértice de la pirámide (tanto de los países centrales como periféricos) van a estar todos juntos del lado de una sola trinchera: La represión policial y militar.

Los planificadores y estrategas del sistema ya tienen un nombre: Democracia Blindada.

Por Manuel Freytas

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