«Ningún miedo tengo de esos hombres
que tienen por costumbre dejar en el centro de sus ciudades
un espacio vacío al que acuden todos los días
para intentar
engañarse unos a otros bajo juramento».
Ciro, Rey de los persas,
despreciando la democracia ateniense
antes de ser derrotado por ellos.
La pueblada en Famatina se mueve. Este noble y cabal gesto ciudadano de asociarse con fines útiles para peticionar públicamente, revela clara y masivamente no solo el ejercicio de un derecho propio con especial alcurnia constitucional sino `el abismo´ que podría estar gestándose entre legitimidad de origen y legitimidad de ejercicio.
Lo que fueron concentraciones ciudadanas espontáneas, se extiende ahora como práctica cotidiana de discusión, debate, precaución y reivindicación a los espacios públicos y/o medios de comunicación de pueblos y ciudades en Santa Cruz, San Juan, Salta, Catamarca, Jujuy, Mendoza y Neuquén.
Puntualmente, adhirieron al reclamo popular riojano, múltiples y diversas movilizaciones populares en seis provincias: Mendoza, Río Negro, Catamarca, Córdoba, Chubut y Buenos Aires.
En su caso, el comunicado de las Puebladas o Asambleas Riojanas remarca: “Instamos a las comunidades riojanas a organizarse para resistir e impedir la explotación y enajenación de nuestros recursos naturales comunes en resguardo de la soberanía provincial y nacional como de los intereses propios e intangibles de las futuras generaciones”.
Simultáneamente un comunicado municipal autónomo y oficial, proclamó: ”El pueblo de Famatina no quiere la actividad minera como una actividad para nuestra región. La gente apuesta al turismo o a la producción de nueces, duraznos, uvas, peras” (intendente Ismael Bardogaray).
En esas “puebladas” se ha visto cómo ciudadanos de todas las edades, clases y ocupaciones confluyen en una misma reivindicación: influir y prevalecer ante todos los aspectos e irracionalidades que podrían afectar sus vidas cotidianas rechazando aquellos `caciquismos´ que se inclinan y claudican ante intereses en tanto adversos y perversos para la vida humana de todos los argentinos, definitivamente.
Con estas puebladas no se abandona la plaza sino que desde el testimonio de intemperies compartidas, se gana un terreno mucho más amplio. Así, los espacios montañosos, rurales y barriales aparentemente distantes confluyen de una u otra forma en redes sociales y territoriales, redes que tienen como denominador común posibilitar el debate político y la participación de sus habitantes. Lo que en un principio dio lugar a una concentración que ayudaba a visualizar una primaria indignación naturalmente reactiva, ahora se transforma en puntos de acción interconectados y proactivos que trabajan en la realidad cotidiana por la conservación y la reivindicación ciudadana de sus recursos naturales que, por lo demás, es algo más sólido que el verdadero espíritu y propósito de la nueva ley de tierras argentinas.
Así, los protagonistas de las puebladas vienen esclareciendo sobre engaños e intereses espurios que contarían con la tolerancia y la complacencia del poder delegado; argumentando y contra argumentando (mucho más ahora cuando la estrategia oficial salio precipitadamente a “persuadir” pretendiendo subsidiariamente explicar lo inexplicable) informando, concientizando, dialogando y, de todo esto, van surgiendo consensos y posicionamientos que prudentemente no deberían ignorarse.
Finalmente entonces, la desconexión entre quienes toman ciertas decisiones mineras y los que las sufren se ha vuelto flagrantemente peligrosa e insostenible. La desdeñosa e inconstitucional política minera dominante no solo viene perdiendo legitimidad sino que encarnó la resistencia a partir de núcleos humanos de base representados en las puebladas. Su valiente difusión es positiva, pues de forma simultánea los ciudadanos antes des-conexos, inadvertidos e incomunicados, ahora se ven unidos y mancomunados por la fuerza de su presencia, de su palabra compartida e intercomunicada en una admirable estrategia y determinación de afines con el firme propósito patriótico, republicano y pacífico de hacer valer todo su poder originario, toda su propia soberanía, tan intangibles, tan intransferibles como innegociables.
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