Milagros mentirosos
por Miguel A. SemánLos brujos inventores de pestes y remedios recorren el mundo en busca de vidas en oferta. Pagan muy poco, casi nada, apenas unos vidrios de colores y el milagro mentiroso de curarnos de lo que no sufrimos. En los años 2007 y 2008 con el nombre británico de GlaxoSmithKline, aparecieron en las provincias de Mendoza, San Juan y Santiago del Estero para experimentar una nueva vacuna contra el neumococo. Buscaban niños en situación de riesgo y los encontraron entre los lactantes asistidos en hospitales públicos. Les aplicaron la vacuna y poco después de la inoculación catorce bebés murieron.
El laboratorio negó cualquier relación entre las muertes y la aplicación de la vacuna. Lo mismo hizo el Ministerio de Salud de la Nación. Sin embargo este último no pudo pasar por alto ciertas irregularidades en el procedimiento de selección de los participantes en el estudio y aplicó sanciones: Cuatrocientos mil pesos al laboratorio y trescientos mil a dos de los médicos intervinientes.
Las multas fueron apeladas y la justicia en lo penal económico recientemente confirmó las magras sanciones. Las autoridades nacionales, como asustadas de sus propios actos, emitieron una resolución a través de la ANMAT (Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médeica), con fecha 3 de enero de 2012, donde dejan en claro que la sanción no relaciona muertes con vacunas.
Los abogados de las familias de las víctimas aseguran que el laboratorio eligió a los chicos entre los más vulnerables, los excluidos del sistema de salud y los hijos de los analfabetos. Se llevaban a los padres en vehículos sin explicarles que se trataba de una vacuna experimental y diciéndoles que su aplicación estaba dentro del calendario oficial.
El laboratorio lo niega y los responsables de nuestro sistema sanitario sostienen que se cumplieron todas las normas internacionales establecidas para el caso y que la vigilancia sanitaria fue óptima. Es decir que no hubo errores. Los bebés fueron incluidos en las listas de postulantes de acuerdo con criterios universalmente aceptados. Podría decirse que fueron elegidos antes de que tuvieran caras y nombres. Mucho antes, inclusive, de que los propios padres soñaran con concebirlos.
A nuestros brujos todo les viene bien. Lágrimas baratas, miedos de dos centavos, agonías devaluadas. Días, horas, instantes de luz caídos en los charcos. Todo les sirve. Pesan el dolor en sus balanzas tramposas y se guardan en los bolsillos la poca salud que anda suelta. Al fin se van, pero dejan en el aire la promesa del milagro mentiroso: Volveremos a curarles los males que les hemos regalado.
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