Ajuste a palos en EE.UU. y Europa: Primer mundo militarizado
por Pablo Bilsky
Además de invadir países, las potencias del denominado Primer Mundo reprimen con alevosía a sus propios ciudadanos indignados. Palos, balas y gases, sumados a la cínica violencia simbólica de los medios al servicio de las corporaciones. El ajuste con sangre entra, y en Estados Unidos. y Europa los gobiernos parecen dispuestos a todo para salvar a los banqueros. En Nueva York la policía destruyó miles de libros. En Inglaterra, la prensa comparó a los manifestantes con “los nazis”. La democracia, la política y la ciudadanía boquean, se ahogan, se asfixian gaseadas. Todo para que respiren los mercados.
La división del trabajo funciona como un pulcro y preciso relojito, propio del Primer Mundo, los países serios, maduros y bien organizados. Los medios se ocupan de la violencia simbólica: ignorar, ningunear, burlarse de los manifestantes que ejercen su libertad de expresión, y sobre todo justificar la represión. La policía, por su parte, tiene a su cargo la violencia física: palazos, balas y gases asfixiantes. Los “mercados”, los que mandan, completan el cuadro: ejercen y se benefician de la violencia sistémica, la violencia que es inherente al capitalismo actual y su cada vez más injusto reparto de la renta, la misma que denuncian los ciudadanos indignados que se aguantan los palos, las balas y los gases.
Tan prolija división de tareas dentro del poder dominante devela la tres patas de un esquema fundamentalmente dictatorial, tiránico, que pisotea los derechos sociales y políticos de los ciudadanos, vacía de contenido la democracia, o directamente la borra a golpes de mercado.
Las mismas potencias que pretenden erigirse en árbitros de la democracia, que trazan en el mundo los ejes del mal y del bien, que deciden cuáles países pueden tener energía nuclear y cuáles no, ejercen las formas más brutales de represión, tanto dentro de sus fronteras como en el exterior, en los países que bombardean y arrasan para saquear sus recursos naturales y luego beneficiarse con el negocio de reconstruir lo que ellos mismos devastaron.
En los Estados Unidos continúan apaleando, baleando y asfixiando con gas a los integrantes del movimiento “Occupy” (Ocupar) que se manifiestan contra la especulación financiera en plazas, parques y calles de decenas de ciudades. La brutalidad policial es moneda corriente y las autoridades ya dieron el ultimátum: que se vayan a protestar a otra parte, no en el espacio público. Pero la idea de los manifestantes es, justamente, ocupar ese espacio, hacerse visibles, lograr que sus reclamos sean escuchados pese a la férrea censura de los medios al servicio de las corporaciones.
Los manifestantes estadounidenses denuncian a diario todo tipo de abusos. Y los neoyorquinos reclaman además la devolución de miles de libros que fueron saqueados y confiscados aquella madrugada del martes 15 de noviembre en la que la policía arrasó el campamento de Zuccotti Park, en el corazón del centro financiero de Manhattan, en las mismísimas entrañas del monstruo que causa indignación en todo el mundo.
El diario The New York Times, fiel a los especuladores financieros de Wall Street, durante días ocultó, minimizó y se burló de los manifestantes. Y luego justificó la brutal represión señalando que “la orden de desalojo de Zuccotti Park llegó cuando los manifestantes anunciaron en su página web que tenían la intención de cerrar Wall Street”.
En Europa la situación es similar. En la denominada cuna de la democracia, la policía antidisturbios sigue asfixiando la liberad de expresión con granadas de gases antidisturbios made in USA, para que se ahoguen los griegos ajustados y respiren los mercados.
Los medios hegemónicos de Estados Unidos tratan a los manifestantes de “hippies” “sucios” “vagos” y “borrachos”. Idéntica discriminación y violencia simbólica se despliega por estos días contra los ocupas británicos.
El alcalde de Londres Boris Johnson denominó a los manifestantes que acampan frente a la catedral de Saint Paul, en pleno distrito financiero, como “manga de borrachos, drogadictos, y hippies fornicadores”. La prensa corporativa británica fue todavía más allá. El diario Daily Mail comparó a los manifestantes con los nazis: “Los ocupantes lograron lo que ni siquiera los nazis lograron: forzar a la catedral a cerrar sus puertas”, señaló el diario. El periodista Adam Boulton, de Sky News TV, forzó todavía más la comparación: “Cuando pensamos en ocupación, pensamos en los nazis”, aseguró el periodista.
La violencia de las corporaciones parece no tener límites. A la hora de buscan nazis y forzar comparaciones inexactas, habría que buscar del otro lado de la pila de libros saqueados y destruidos. Del otro lado del gas.
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