martes, 3 de marzo de 2015

Se está por aprobar el presupuesto nacional para 2014. Se fijan nada más ni nada menos que 9.855 millones de dólares para pagos de deuda externa, que se sacarán de las reservas del Banco Central. Es decir, un 70,4% más que lo presupuestado para 2013, equivalente al 28% de las reservas del Banco Central. Por cada peso que se pagará en concepto de Asignación Universal por Hijo, se abonarán 4,6 por deuda externa.

Y eso no es lo peor: se “dibuja” que el crecimiento del PBI en 2014 va a ser del 6,2%. Lo que obliga a pagar un bono de deuda (el llamado Cupón PBI, que se paga cada vez que el PBI crece más de 3,2% anual) por 4.000 millones de dólares más el año que viene y una cifra igual en 2015.

La deuda externa es ilegal, inmoral...

Para muchos puede aparecer como chocante la idea de no pagar una deuda. Es lógico: si un compañero de trabajo me presta cien pesos para un remedio y no se lo devuelvo, estoy cometiendo un acto injusto. Pero la deuda externa es otra cosa. Nació en la época de la dictadura militar. Nos metieron “préstamos” que nunca recibimos y se incluyeron otros que habían tomado grandes empresas privadas (locales y extranjeras) -con la llamada “estatización” de la deuda de Cavallo en 1982. A partir de allí, pese a que la pagamos varias veces, la deuda externa siguió creciendo cual bola de nieve.

Se trata de una “deuda odiosa”: se llama así cuando, a pesar de pagarse, por su carácter usurario, los pagos solo cubren una parte de los intereses, mientras el monto global de la deuda sigue creciendo. Así, durante el menemismo se entregaron empresas estatales (privatizaciones) a cambio de pagos de deuda. En estas décadas se realizaron varios canjes: el Plan Brady con Menem; luego otro con Cavallo en 2001 y ya vamos por tres con el kirchnerismo. En todos los casos significó superganancias para los especuladores que ingresaron al mismo, mientras la deuda, tras un brevísimo período, volvía a crecer astronómicamente.

Alejandro Olmos inició una investigación sobre la deuda en 1982. Probó 477 operaciones ilegítimas. Finalmente, el 13 de julio de 2000, el Juez Ballesteros dictó un histórico fallo: “la deuda externa de la Nación ha resultado groseramente incrementada a partir de 1976 mediante la instrumentación de una política económica vulgar que puso de rodillas al país”. La sentencia fue remitida al Congreso de la Nación para que “evalúe las consecuencias políticas y actúe en consecuencia”. Desde entonces, duerme allí el sueño de los justos.

¡E impagable!

La pagamos varias veces con los planes de ajuste de Alfonsín. La volvimos a pagar con el desguace de las privatizaciones durante el menemismo. La pagamos nuevamente con ajustes salvajes de la Alianza, que incluso llegó a reducir los salarios públicos y jubilaciones. Y durante el kirchnerismo somos “pagadores seriales”. Este gobierno asumió en 2003 con una deuda de 144.000 millones de dólares, pagaron en efectivo 173.000 millones (se vaciaron las cajas del Anses y las reservas del Banco Central) y, después de proclamar el “desendeudamiento”, hoy reconocen oficialmente 196.143 millones de dólares (que en realidad, son más de 300.000).

En estos días todos votaron en el Congreso reabrir por tercera vez el canje de la deuda a los fondos buitre, oficialistas y opositores -diputados de Massa, Macri, Alfonsín-. Son del mismo partido: el de pagar la deuda como prioridad número uno. Nosotros, por el contrario, estamos convencidos que no hay salida sin dejar de pagar esa deuda usurera. Por eso hay que movilizarse por el no pago y tener diputados de izquierda que luchen por ello en el Congreso.

¿Qué pasa si no pagamos?

El gobierno, la oposición patronal y los economistas del establishment plantean que “es imposible” dejar de pagar. Anuncian terribles consecuencias: dicen que nos bloquearán económicamente y no vamos a poder comprar ni un tornillo, que cerrarán las industrias o que no vamos a poder comprar medicamentos y que nos embargarán los bienes en el exterior, que quedaríamos “aislados del mundo” y un largo etcétera. Esto es totalmente falso. Al contrario, quienes se perjudicarían con el no pago serían los banqueros, las grandes potencias imperialistas y los organismos internacionales, como el Banco Mundial.

El no pago de deuda ha sido muy frecuente en la historia: grandes potencias lo hicieron (los propios Estados Unidos antes y después de la guerra de Secesión; Inglaterra, Francia e Italia en 1933), sucedió en las grandes revoluciones (Unión Soviética en 1905 y 1917, Cuba en 1959) y hay numerosos casos en las últimas décadas (México 1982, Bolivia y Costa Rica 1984, Perú 1986, Brasil 1987, Rusia 1998, Ecuador 1999, Islandia 2010).

El caso más conocido para nosotros fue la cesación de pagos de nuestro país en diciembre de 2001, decretada producto de la inmensa rebelión popular del Argentinazo: aun siendo parcial (sólo involucró a los acreedores privados y al Club de París, pero se siguió pagando al FMI y al Banco Mundial), sirvió para aliviar las penurias de la desocupación y la miseria de entonces, ya que más de dos millones de planes sociales fueron financiados con lo que estaba presupuestado para pagos de deuda en 2002. Y mucho más aun se hubiera podido hacer si los Kirchner no hubieran regalado plata en efectivo y por adelantado al FMI primero y retomado los pagos a los bonistas a partir de 2005.

La cesación de pagos de 2001 (o “default”, como se lo denominó) demostró que era mentira que nos “iban a embargar todo”. Más allá de algunas declaraciones altisonantes, lo único que sucedió fue el episodio de la Fragata Libertad (que se debió más a impericia política que a otra cosa). El país no quedó aislado, más aún, en los años siguientes hubo una importante reactivación económica.

Pero supongamos por un instante que ante una nueva situación de no pago, algún poder imperialista lograra embargarnos algo. Para contrarrestar esta medida no tendríamos más que proceder a embargar las propiedades imperialistas en nuestro país: ellos tendrían mucho más para perder que nosotros. Y si a pesar de esto se diera el caso de que, efectivamente, lograran impedir que algún tipo de bien esencial ingresara a la Argentina, recurriríamos a la solidaridad de los pueblos de Latinoamérica, promoveríamos un frente de países deudores y podríamos utilizar de conjunto toda la riqueza continental, lo que nos haría invencibles ante cualquier intento de bloqueo. Y si hubiera que hacer algún sacrificio, sería en pos de liberarnos de los usureros, no como ahora que seguimos hundidos en la dependencia y sumisión con el imperialismo.

Lo “imposible”, entonces, no es dejar de pagar la deuda, sino la perversidad de seguir pagándola con la pobreza de nuestro pueblo.

J.C.

La deuda y los inundados

El gobierno dijo que destinó 280 millones de pesos para paliar las consecuencias que sufrieron los inundados de La Plata, provincia de Buenos Aires y Capital. Lo que no dice es que ese mismo día destinó un pago de deuda por 2.400 millones de... ¡dólares! Es decir, 50 veces más que aquella cifra.

Está claro. La prioridad K está con los usureros, no con los que sufren muertes y daños irreparables por obras que no se hacen, centralmente, por pagar una deuda repudiable.



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