martes, 10 de marzo de 2015

lunes, 9 de marzo de 2015

Hay países que se autodestruyen (o la automutilación norteamericana)

Félix Herrero

Destruir la selva para obtener beneficios económicos es como quemar una pintura del Renacimiento para cocinar una comida. Edward Osborne Wilson

Se nos ha dicho que es imposible reducir los combustibles fósiles, cuando en realidad sabemos exactamente cómo hacerlo, simplemente se requiere romper todas las reglas del "libre mercado": frenar el poder de las corporaciones, reconstruir las economías locales, y recuperar nuestras democracias.

New York Times comenta Esto Lo Cambia Todo de Naomi Klein, Paidós, marzo de 2015.

La región norteamericana, excluida por ahora México, está en pleno proceso autodestructivo con la adopción de la técnica de extracción petrogasífera llamada fracking.

El haber recurrido a las técnicas extractivas no-convencionales, especialmente a la fractura hidráulica, hace incurrir a Estados Unidos en su propia mutilación.

En contraste con nuestros países que han sufrido y sufren agresiones de otros o de empresas de diferentes países (la historia argentina pasa por España, luego Inglaterra, después los Estados Unidos y ahora hasta China intenta tomar el papel imperial), Estados Unidos se nos diferencia por no haber sido nunca externamente agredido (excepto el 11-S de 2001) y vive desde 1776 fuera del modelo colonial europeo. Ha pasado del colonialismo político británico a la desconolonización sin sufrir, como nosotros, el período semicolonial que aún vivimos.

Cuando se lee el interesante artículo El Imperio Hace Aguas, de Guillermo Fesser (Huffington Post, 17 de junio de 2012) surge claramente que los argumentos a favor del fracking se frenan en la mera negación de los efectos de índole social, ambiental, geológico, sanitario, etc. Otorgar el carácter de mito a registros comprobados que merecen crónicas de prensa, investigaciones periodísticas y publicaciones de libros con constancias de hechos imperdonables no es convincente, como lo demuestran el hecho de la oposición al fracking en la mayoría de las naciones del mundo, como así que cerca del 99% de la extracción frackinera se concentra en Estados Unidos y Canadá. Como afirma Fesser, “el Imperio ya no es solamente perverso en el extranjero”, y “el Enemigo N° 1 de USA se llama fracturación hidráulica”.

Nosotros venimos afirmando que una de las mayores consecuencias del fracking consiste en la prolongación de la matriz basada en la tríada Carbón, Gas y Crudo en alrededor 30 ó 40 años, no más, apresurando el Cambio Climático que desvía a la tierra y a sus habitantes a la llamada Sexta Extinción planetaria, que proyectara el bíólogo estadounidense E. O. Wilson, condenando como su Causa mayor a la agricultura que elimina el monte natural. La respuesta negadora de la realidad del Pro-fracking se recluye en afirmar que la extracción no-convencional fósil no provoca ni incide al amenazante Cambio Climático.

Pero el frecuente argumento usado por las petroleras que propician el fracking consiste en afirmar que nadie destruiría su país deliberadamente. Ninguna producción o extracción, así se tratara del deseado petróleo, adicción moderna y trofeo de guerras desde 1914, podría provocar tal desatino. La presunta lógica de la respuesta consiste en decir que si el fracking produjera las graves consecuencias que se le adjudican, nadie en su sano juicio, “ni ebrio ni dormido” lo aplicaría en su país. Pero un olvido imperdonable es creer que dentro de una población nacional todos son “hermanos”, amigos y tiran el carro en la misma dirección. Esta inocente e ingenua versión no reconoce que los países tienen clases sociales con sus luchas, orígenes raciales que provocan odios y destrucción, y religiones que desconociendo sus principios guerrean por imponerse. Todo esto no es ya materia del pasado, sino que hoy lo vemos en su cruenta renovación. Así que los sectores que se basan en el lucro y no en la unidad nacional no les importa que les pasa a los pobres mientras sus propias petroleras y las que vienen de afuera se aseguren altísima rentabilidad u obtienen engrandecidos subsidios.

En esta sociedad del lucro con su instrumento de la corrupción, no importa si algunos se quedan sin agua, como pasa hoy con las exploraciones de fracking en el Sichuan de China, o en la rebelión popular en In Salah en Argelia, o que otros pierdan sus bienes naturales por la deforestación. ¡Siempre habrá pueblos que podrán sufrir el sacrificio que las clases poderosas les destinen! Claro que si el perjuicio toca a esos poderosos, se aúnan para pedir compensaciones judiciales, como lo hace Rex Harrison, presidente de ExxonMobil, porque su mansión en Texas se ha devaluado por la actividad de una operadora de fracking realizada a la vista de su propiedad.

Los intereses nacionales a veces aúnan, pero no siempre logran la unidad por las diferencias en la población o, muy a menudo, en las dirigencias. Argentina también es un claro ejemplo en su historia porque sufrió matanza de sus pueblos originarios que aún hoy no termina, persecución al mestizo y al gaucho, expoliación a los “cabecitas negras”, explotación de los trabajadores, discriminación con los nuevos inmigrantes como italianos, judíos, polacos, africanos y latinoamericanos.

Cuando la Nación es de todos no se la destruye; cuando es de unos pocos, de las oligarquías y los poderosos, el lucro provoca la destrucción de los bienes comunes. La Argentina completa incluye a todos; solo los corruptos deben quedar fuera de ella. Para los omnipotentes no hay bien común sino bienes particulares; por eso en los pocos países donde se desenvuelve el fracking dominan los intereses lucrativos más que los del conjunto de toda la población, más allá de sus orígenes, patrimonios y creencias.

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