Ing. Manuel Savio
Hijo de esta nación, siguió desde muy joven la carrera militar, prestando valiosos servicios a nuestro país. Demostró ser un gran estratega, ya que, si bien estuvo alejado de la política partidista, tuvo una enorme conciencia nacional, y continuando la senda de otros transformadores -como su camarada de armas Enrique Mosconi, entre otros-, creyó que este país solo tendría su merecido lugar en el mundo y crearía una prosperidad durable para su gente si apostaba seriamente al desarrollo industrial. Para este hombre, el desarrollo de las grandes industrias siderometalúrgicas era la mayor garantía para la defensa de la soberanía nacional.
Muy activo, y con gran apoyo entre la clase política, en un momento tan particular de nuestra historia como lo fue la década de 1930, tuvo una idea revolucionaria para impulsar el desarrollo nacional: crear la dirección de Fabricaciones Militares para abastecer y potenciar unas fuerzas armadas al servicio de los intereses nacionales y a la vez menos dependientes de los insumos extranjeros. Esta gran industria militar continúa, pese a sus altibajos, trabajando para el progreso, no solo de nuestro ejército, sino también de la patria industrial en su conjunto, y prestigiando a nuestro país en el mundo, como lo hizo a lo largo de toda su trayectoria.
Savio enciende por
primera vez el Alto Horno de Zapla que produjo su primera fundición inicial de
arrabio el 11 de octubre de 1945
En los años 40, se daría el siguiente paso en la hoja de ruta que este hombre trazó para el desarrollo nacional: la creación, nada más ni nada menos, que de la primera planta metalúrgica argentina. El lugar elegido fue la provincia norteña de Jujuy, tan ricamente dotada de recursos metalíferos hasta entonces tan poco explotados.
Manuel Savio creía que para eliminar o reducir al mínimo la dependencia que nuestra economía tenía de los insumos importados del extranjero, debía aprovechar mejor la riqueza del subsuelo y transformar en el territorio nacional aquella valiosa fuente, para proveer a la industria nacional de todo lo necesario para su prosperidad, reduciendo los costos y maximizando los beneficios, al hacer a nuestro país una floreciente potencia industrial.
Con limitados recursos, y apelando al ingenio argentino (la Segunda Guerra Mundial había provocado una gran escases de suministros necesarios para un emprendimiento de esta magnitud), se logró poner en funcionamiento el primer horno de la planta Altos Hornos Zapla, y se realizó allí la primera colada de arrabio y hierro de nuestra historia.
Con el tiempo, esta industria continuaría creciendo y por décadas, se transformaría junto a Fabricaciones Militares en la nave insignia de la industria pesada nacional, impulsando a la vez a muchos argentinos emprendedores a creer en el país y a invertir cada vez más tiempo, energía y capitales en levantar una industria que con sus luces y sombras trajo prestigio y mayor bienestar al país, si bien las luchas políticas perjudicaron el normal desarrollo de la misma y evitaron que se profundizaran las transformaciones necesarias para convertir a nuestro país en una pujante economía de base industrial. Todavía hoy pagamos el precio de estos errores y de este fracaso colectivo.
Volviendo al general Savio, terminó su vida como parte de un proyecto más grande, el proyecto de otro compañero animado por el mismo ímpetu nacionalista y popular, Juan Domingo Perón. Este lo nombró al frente de SOMISA (Sociedad Mixta Siderurgia Argentina), una empresa con capitales públicos y privados argentinos que junto a Fabricaciones Militares (FM) y Altos Hornos Zapla debían conformar el trípode perfecto sobre el cual apoyar el desarrollo nacional.
Alto Horno
SOMISA
Tuvo Manuel Savio la responsabilidad directa de elaborar un plan integral de desarrollo industrial, conocido como Plan Savio, destinado a modernizar la industria argentina. Pero su prematura desaparición en 1948 frustró muchos de sus proyectos, si bien las recomendaciones de este plan continuaron ejecutándose hasta bien avanzados los años 60.
Queda en nosotros continuar el sueño de este hombre y de tantos otros, un país autónomo y libre, pero integrado al mundo, capaz de compartir su inmensa riqueza material y humana con la humanidad y sus propios ciudadanos, sueño que décadas de devaneos y traiciones no pudieron destruir, y que vive en el alma de cada argentino de bien (nativo o por adopción), que cada día , con sus manos o su cerebro, pone su grano de arena para hacer de esta tierra un lugar mejor para vivir.
"Tengamos todos presente que los grandes hechos, así como la grandeza de los pueblos, no fueron nunca consecuencia de milagros. Fueron siempre obras de perseverancia, de moral, de seriedad, de estudio, de trabajo y también de sacrificios..."
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