martes, 16 de julio de 2013

¿El granero del mundo se quedó sin trigo? 

por Daiana García 

El tema del pan está en boca de todos, pero no para comer. En las últimas dos semanas, los medios de comunicación repetían que iba a faltar la harina y que el precio iba a subir a 18 pesos el kilo, que el pan y los fideos iban a estar más caros que la carne. Pero cuál es el trasfondo de este conflicto. “El problema –afirma este artículo– no sería por la falta de oferta real sino por un error de cálculo del Gobierno, que obtuvo los pesos que necesitaba hace un año, pero ahora se ve en un brete con respecto a un alimento esencial en el consumo de los sectores populares”.

Desde el 2006, el mercado exportador de trigo se encuentra regulado: un año antes de que se venda el trigo, los productores ya saben cuál es el cupo máximo de exportación, en función de la cosecha que se espera y de la necesidad del mercado interno. En junio de 2012, se estimó que se iban a producir unas 13 millones de toneladas de trigo, de las cuales seis se destinarían al mercado interno, una sería para evitar inconvenientes en la previsión, y el resto, seis millones de toneladas, se exportarían. Una vez hecho este cálculo, el Gobierno nacional decidió que era posible otorgar permisos de exportación (los nombrados ROE) para el excedente.

¿Para qué le sirve al Gobierno otorgar permisos de exportación? Mediante este instrumento, el Gobierno puede cobrar las retenciones (impuestos) a las exportaciones por adelantado. Es un intercambio: “yo te dejo exportar mañana, pero vos pagame los impuestos hoy”. La cuenta daba perfecta en junio de 2012, pero en diciembre ya se sabía que la cosecha de trigo no iba a ser tan buena como se esperaba, debido a las inundaciones y a enfermedades en los cultivos. Entonces, la Secretaría de Comercio Interior a cargo de Guillermo Moreno, que es quien regula los permisos para la exportación, salió a “avisar” que se debían bajar las ventas al extranjero de seis a cuatro millones y medio de toneladas, para evitar el desabastecimiento interno. La medida se tomó efectivamente en marzo de este año.

Como era de esperarse, la respuesta del campo no fue del todo positiva: los productores habían pagado sus retenciones y ahora no podrían contar con el reembolso de dinero que esperaban por vender su trigo en el mercado mundial. En este tire y afloje de poder, los productores y/o grandes comercializadores prefirieron “desensillar hasta que aclare” y dejaron de vender el trigo que debía abastecer al mercado interno. Así, la harina comenzó a escasear, ya que las molineras no tenían trigo para producir la harina necesaria. Para evitar este inconveniente, Moreno salió a avisar que si no vendían la harina iba a aplicar la Ley de Abastecimiento Interno (Ley 20.680/1974), que obliga a los productores a vender a las molineras el trigo que se encuentre dentro de las fronteras nacionales, de forma tal de abastecer el mercado interno. Las amenazas de Moreno surtieron efecto y terminaron por vaciar los silos y llenar las molineras.

Por último, si bien se pudo garantizar la molienda del trigo, no se llegó aún a los seis millones de toneladas necesarias para el consumo interno. Por ello se está intentando mantener el precio del pan a bajo costo. La Secretaría de Comercio fijó el precio del pan en 10 pesos pero, según los empresarios que nuclean a las panaderías, ese precio no permite a los productores ser rentables. El problema, entonces, no sería por falta de oferta real sino por un error de cálculo del Gobierno, que obtuvo los pesos que necesitaba hace un año, pero ahora se ve en un brete con respecto a un alimento esencial en el consumo de los sectores populares. Efectivamente, los hogares de menos ingresos son los más perjudicados por esta situación, ya que son los que gastan una mayor parte de sus ingresos en la compra de pan, fideos y otros derivados de la harina y el trigo, como base de su alimentación cotidiana.

Mientras tanto, el precio del pan “blue” cotiza a 18 pesos y el precio oficial a 10 pesos –pero sólo hasta las 10 de la mañana.

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