Adiós a la Osisko y el hechizo del Famatina
“Le pusimos la mano en el pecho al gobierno para que quedara claro que no pasarán”. Omar Quinteros extiende la comunión a todos en la parroquia de Famatina. Aun a los que le patotean las misas que, dice, preside un dios que defiende la maravilla de su creación y no aceptaría ni mareado que le vengan a explotar el cerro para sacarle el oro de la panza. Omar Quinteros no le niega la oreja a nadie. Ni al que le dijo, en voz bajita, asomada la boca a la ventanita del confesionario, “aflojá o sos boleta”. Dice que con el intendente Ismael Bordagaray y la gente reunida en asambleas son “un trípode”. Ahí se para y se sostiene la dignidad. La resistencia que ya cumplió nueve años y expulsó a tres multinacionales. “Estamos esperando a la cuarta”, dice el cura a APe con una sonrisa clara. Avizorando un triunfo mínimo en la rescisión del contrato con la Osisko que el gobernador de La Rioja, Luis Beder Herrera, concretó el 2 de julio. Pero sin creerle demasiado, como la mayoría de la gente. Como el mismísimo cerro.
El 31 de agosto de 2011, Energía y Minerales Sociedad del Estado (EMSE) le abrió las puertas del Famatina a la minera canadiense Osisko Mining Corporation. En 2008 habían expulsado a la Barrick Gold, atraída por el ex gobernador Angel Maza. Beder Herrera era su vice, le combatió la sed menemista de megaminería que aquejaba a Maza, lo hizo destituir, impulsó la ley que prohibía la minería a cielo abierto, ganó las elecciones con el discurso encendido en defensa de los recursos naturales de su pueblo (Beder es famatinense) y dos días después “se reunió con todos los mineros para repartir la provincia”, recuerda Carina Díaz Moreno. Que argumenta con esta historia ante la Agencia de Noticias Pelota de Trapo por qué no cree una sola palabra de lo que diga o decrete el Gobernador.
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La Osisko pagó 500.000 dólares en efectivo para asomarse a “cuarenta kilómetros cuadrados de ambientes montañosos, únicos y frágiles”, como define el biólogo Raúl Montenegro a las tierras del Famatina. “El botín, una reserva estimada de 8,97 millones de onzas de oro”. Varias promesas de trabajo y prosperidad muy parecidas a las de la Barrick y que Omar Quinteros dibuja como “pan para hoy y hambre y desolación para mañana”.
Desde el año 2004 asambleas ciudadanas por la vida –es decir, familias, docentes, chicos, médicos, productores rurales, peones, mujeres solas, viejos solos- supieron armar un cerco que no dejó pasar a la Barrick, a los chinos de Shandon Gold ni a la Osisko. Tres multinacionales –que manejan poder político, económico, mediático, jurídico y policíaco- se replegaron ante gente de a pie.
“Creemos que ésta es una movida política en un año electoral para sacar el tema de agenda. El verdadero triunfo fue el 2 de enero de 2012 cuando comenzó el corte en Alto Carrizal, toda la provincia se dio cita y le pusimos la mano en el pecho al gobierno para que le quedara claro que no pasarán. (“Los alumnos de mi escuela ponían ramas, piedras, palos y se acostaban encima para que nadie pasara”, recuerda Carina Díaz Moreno) Esto no es más que una mera cuestión administrativa”, dice Omar Quinteros a APe. Acusado de tocar las campanas cada vez que la Osisko intentaba entrar. El tañido era la sirena para que la gente dejara todo lo que estaba haciendo y se volcara al cerro, a resistir. Incrédula con todas las promesas, las mismas que habían traído a la mesa la Barrick y la Shandon: “la fuente de trabajo prometida es para los altamente calificados. No para los pobres obreros que no saben de computadoras ni de alquimias para la sopa química ni de lixiviación”.
“Si ganan las elecciones en octubre, volverán con algún convenio con otra minera. Porque mientras anula este contrato, hay media provincia entregada a otros proyectos mineros”, dice Quinteros. “Hay tres echadas: estamos esperando la cuarta”, sonríe. “Famatina es un paraíso, una isla por su microclima. Por él pasa el camino del Inca, es un patrimonio de la humanidad”, dice el cura de ese lugar en el mundo que eligió.
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Carina Díaz Moreno nació a los pies del cerro. “Es el creador del agua. Sus nieves eternas nos resguardan. Es lo que se llama un cerro esponja, es nuestro tanque de agua. Pero además es parte de nuestra identidad: nosotros somos parte de esta montaña”.
A nadie le importó que los tres proyectos mineros repelidos por la gente “destruirían en forma irreversible la cuenca hídrica ubicada en ambiente semiárido ya expuesto a cambio climático global”; que desaparecería la chinchilla del Famatina –es su único hábitat en el planeta-, las cuatro especies en peligro, las cuatro vulnerables y las trece raras que se preservan en el cerro (Raúl Montenegro – “La Osisko y sus políticas de trabajo”), que se crearía una fuente de contaminación química y acuática, que se producirían derrames ácidos que durarían siglos, que se utilizarían mil litros de agua por segundo para limpiar el cianuro que se usó para separar el oro de la roca, que la escasa agua que irá quedando (para el 2030 lloverá un 21% menos y un 53% menos lloverá para el 2070) se emparentará irremediablemente con el cianuro, que el cerro se derrumbará bajo las explosiones y se llevará con él a la agricultura, la ganadería y el turismo.
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Omar Quinteros recuerda diciembre de 2011 cuando, días antes del corte en el Alto Carrizal, aparecieron las listas negras de vecinos. “Decían que era una lista de gente a la que iban a llamar a dialogar… pero estaban catalogados de peligrosos y revoltosos, de mafiosos. ¿Quién va a llamar a gente así a dialogar?”. Carina Díaz Moreno aparece en la lista como docente de educación física. Su nombre está marcado y una flecha indica “cabecilla”.
“Yo estuve en la mira, pidieron mi traslado, que se me prohibiera tocar las campanas, soporté una campaña de desprestigio en los medios y tengo dos causas judiciales –relata el sacerdote a APe-. Una como autor intelectual de una agresión a la diputada Adriana Olima (FpV, principal puntal de la lucha pro minera en Famatina), que hizo una denuncia porque le tiraron una botellita con agua… no sé, sospecharían que estaba bendita el agua…”
Carina Díaz Moreno tiene 8 causas judiciales encima. Y se apasiona cuando revive la represión del 11 de mayo, cuando en un acto del PJ se anunciaba la presencia de Beder Herrera y el pueblo salió a la calle. Ella apunta directamente a “Felipe Alvarez el Ministro de Seguridad que hoy es candidato a diputado nacional por el Frente para la Victoria”.
“Nos reprimieron a balazos, garrotazos y pedradas”. Ella tiene los rastros de mayo en la piel y en la indignación. “Nos tenían atrapados y no entiendo por qué nos baleaban porque ya nos tenían”. A Daniel (el compañero que la abrazó para protegerla y recibió un balazo en el brazo) “lo patearon en la espalda, lo esposaron, lo levantaron de las esposas, le robaron la cámara y le patearon la boca”.
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Ella y Quinteros aseguran que: el municipio ya no recibe los fondos coparticipables por ley; que los medios están cooptados a través de la publicidad oficial; que algunos han recibido un millón de pesos a cuenta de; que hay 50 vecinos procesados; que a muchos de ellos la justicia les impuso una caución de diez mil pesos (es decir, deben pagar para no ir presos); que el intendente ha hipotecado su casa para juntar el dinero; que se amedrenta a la gente con golpes, con miedo, con la justicia, con la policía.
Pero siguen de pie. Como el cerro.
Que conserva las laderas azules como hace mil años, cuando era de los diaguitas y los capayanes, que le quitaban oro y plata como hormigas para tributar al Inca. Cuando llegaron los conquistadores, se refugiaron en las fortalezas escondidas en el cerro, cuevas de salamancas y hechizos. Resistieron años hasta que los huincas los desalojaron y se frotaron las manos ante el vientre dorado del Famatina. Pero los hechiceros, que habían resistido a su manera, lo dejaron encantado. Angustias y muerte, derrumbes y asfixias sufrieron quienes intentaron penetrarlo. El viento de la altura los echó al llano a los que quisieron escalarlo.
Sus laderas siguen azules hasta hoy. Ni Osisko ni Shandon ni Barrick pudieron con Famatina y Chilecito.
El hechizo está intacto.
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