por Horacio Meguira
La unidad en la acción trazada por las conducciones nacionales de CGT y
CTA tuvo ayer su pico más alto. Las huelgas provocan efectos en
distintas direcciones pero lo central, es que los trabajadores
adhirieron porque quisieron demostrar su descontento por su situación
laboral y social.
La pérdida del poder adquisitivo fue el motivo más relevante de la
huelga general. El universo imponible del impuesto a las ganancias sobre
los asalariados comprende a más de dos millones de trabajadores.
Los niveles más bajos de los asalariados se ven perjudicados por la
ausencia de aumentos del valor de las asignaciones familiares. Los
trabajadores que perciben bajos salarios y tienen familias numerosas no
ven incrementos significativos de sus ingresos.
También hay modificaciones en la estructura del conflicto. De acuerdo al
Observatorio de Derecho Social de la CTA, la conflictividad refleja un
crecimiento de suspensiones, despidos masivos, quiebra o cierre de
empresas; también un aumento de los conflictos por actividad. Esto
demuestra la resistencia de los empleadores a otorgar aumento salarial.
La actitud del Gobierno respecto al proyecto de riesgo de trabajo
también alimentó el descontento. Aun cuando la previsión social fue
nacionalizada, la situación de los trabajadores jubilados se hace
insostenible: el beneficio mínimo (percibido por más del 70% de los
beneficiarios) bordea los umbrales de la indigencia.
Es notable pero no casual que las dos centrales convocantes estén
cuestionadas en su legalidad y sometidas a actos de injerencia del
Ministerio de Trabajo. Esto lleva a una situación peligrosa parecida a
la década del ’90: la titularidad del conflicto general recae sobre
centrales no reconocidas y la negociación sobre las “legalizadas”.
Las declaraciones de los funcionarios respecto a la huelga general
consistieron en la repetición de palabras vacías a que nos tienen
acostumbrados. Pretenden desprestigiarla.
Bueno seria que su preocupación garantice durante todo el año el trabajo
digno a muchos trabajadores que no lo tienen, que el transporte de
pasajeros se garantice regularmente y que los hospitales permitan un
acceso universal a la salud.
La unidad en la acción es una vieja metodología de las luchas obreras.
La reivindicación económica une a sectores con distintas posiciones
ideológicas. Las dos centrales sindicales después de muchos años de
desencuentros, hoy son capaces de elaborar un pliego abierto sin perder
identidad.
En todos los gobiernos democráticos hubo huelgas generales. Siempre
fueron el preanuncio de una modificación política sustancial, con la
clase trabajadora y la sociedad civil. Su contundencia demuestra que
ésta no va a ser la excepción.
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