Se podrían construir 500 mil casas por año con la sobre tasa que paga Kicillof cuando se endeuda
Detrás del relato del "desendeudamiento", la Argentina paga hasta cuatro veces más que los países vecinos.
Las tasas de interés que pagan los bonos argentinos son al menos polémicas. Para los inversores son una coyuntura para aprovechar y estirar al máximo con bonos que venzan en al menos nueve años. Para los argentinos en su conjunto son un gasto por demás oneroso que recuerdan al infame megacanje.
Las tasas de los demás países ilustran de la magnitud del esfuerzo adicional que tiene que hacer la Argentina para financiar sus déficits corrientes a raíz del brete en el que se metió en los tribunales de Nueva York. Por ejemplo Brasil, con toda la inestabilidad política y las dificultades de su economía, hoy paga en el mercado secundario internacional un interés del 4,28% por un bono a 2017. Por su parte para bonos de igual plazo, Colombia un 3,09% y Perú paga solo un 2,04%, mientras que Argentina paga la friolera de 8,49%, casi el cuádruple.
¿Y para plazos más extensos? Bolivia en 2013 colocó deuda a diez años al 4,875%. Kicillof logró colocar el Bonar24 pagando el 8,9%. México hoy coloca deuda a 2020 al 5,37%. Chile lo hace al 4,44% y Argentina acaba de pagar por la colocación de US$ 669 millones en Bonar20 nada menos que 9,21%, más del doble. Esto se traduce en que año a año vamos a pagar US$ 32 millones más de los que pagaría el país vecino por una partida de bonos semejantes. Lo mismo sucede con los demás. ¿Qué se podría financiar con ese dinero?
Grecia paga menos. Los bonos a 10 años de Grecia hoy pagan 8%. Después del salvataje, las tasas que habían llegado a los 19,34%, se contrajeron hasta los 7,77% y se mantienen hace meses debajo de las tasas que paga Argentina.
El senador de la provincia de San Juan y candidato a gobernador por el Frente Renovador, Roberto Basualdo lo expresó en términos cotidianos: “Con esa diferencia de tasas respecto a otros países podríamos hacer 500.000 casas por año, generando 2.000.000 de puestos de trabajo directos e indirectos.”
“A San Juan le corresponderían 15.600 casas por año. En 4 años no habría ningún sanjuanino sin vivienda”, agregó.
Los ganadores
Los que se llevan esa ganancia extraordinaria son aquellos que acceden al mercado de bonos argentino, los ahorristas que se animan a perderle el miedo a la bolsa y quieren protegerse de la devaluación y los inversores más grandes como los bancos nacionales y extranjeros, las aseguradoras, los fondos de inversión e incluso la ANSES, la principal dueña de los Bonar 18 y los Bonar 20. Y también muchos inversores extranjeros que en el mercado secundario buscan aprovechar esta oportunidad. ¿Y quién paga esa diferencia extraordinaria? La paga la totalidad de los argentinos a través de la inflación y los impuestos, incluso los que no obtienen ningún beneficio.
Las razones de este costo para el Estado hay que buscarlas rebobinando paso a paso la historia financiera argentina reciente. En primer lugar, el desacato al fallo del juez neoyorkino Thomas Griesa por el cual la Argentina debía pagarle a los holdouts la totalidad de lo que reclamaban.
Las tasas se dispararon luego que la Argentina decidiera hacer caso omiso a la sentencia del juez Thomas Griesa en favor de los holdouts.
Desde que Argentina decidió hacer caso omiso a la ley que ella misma había fijado con tal de darle mayor confianza a los acreedores que sí ingresaron al canje, las tasas se fueron por las nubes. Desde que ingresamos en default técnico, aquellos inversores que le presten plata al Tesoro nacional también estarán en desacato de la ley de Nueva York y serán sancionados. Con una oferta reducida básicamente al mercado interno, la escasez de capital se refleja en tasas tan altas.
Un segundo fast forward nos lleva a la negociación del canje de los bonos defaulteados precisamente porque, por estar en cesación de pagos, las tasas ya eran mucho más altas que las de las resto de los países de la región.
Nadie le quita el mérito al actual gobierno de haber logrado una aceptación del 93% del canje, pero en esa misma negociación, al fijar Néstor Kirchner la ley de Nueva York como marco de litigios, le abrió la puerta a los fondos buitres para iniciar esta demanda. Fijar la ley de Nueva York fue un error carísimo, por eso el miércoles pasado en el Senado se trató la prohibición de la cesión de jurisdicción y contó con el apoyo de todos los partidos políticos.
Al respecto Mario Cafiero, ex diputado y querellante en la causa contra Domingo Cavallo por el megacanje, se muestra escéptico y observa que: “El error estuvo en la estrategia financiera de este gobierno. Tienen que hacerse responsables y dejar de culpar a los gobiernos anteriores. Se volcaron a una estrategia de vuelta a los mercados de corto plazo y eligieron subestimar información que era de dominio público.”
Paul Singer y su fondo Elliot Management ya le habían ganado un juicio contra Perú en los tribunales de Nueva York por títulos públicos en default y Perú había tenido que pagar la totalidad. “Aun así, cuando se sabía que iba a haber fondos buitre en el medio y se sabía de la conflictividad judicial, se optó por esta vía y fracasaron. Entonces siguieron por las AFJP y luego por los recursos del Banco Central. Ahora los kirchneristas deben hacerse cargo de sus errores y dejar de repetir que nos hemos desendeudado, cuando lo que en verdad hubo fue un cambio de acreedores, de externos a internos.”, agregó Cafiero.
Aunque desde luego, desde el oficialismo sostienen que no habría habido canje sin haber heredado bonos defaulteados. Cafiero recuerda que el default cayó solamente sobre la mitad de las deudas, porque “ a unos se les hizo una quita, a otros directamente no se les pagó y a una mitad de se los benefició con las tasas astronómicas del megacanje.”
La larga sombra del Megacanje
Un último paso atrás: no habría habido default si, sobre una deuda externa indecorosamente grande contraída durante los años noventa, no se hubieran aumentado las tasas de interés a niveles insostenibles durante el tristemente célebre megacanje de Cavallo durante el gobierno de Fernando de la Rúa. En ese entonces con tal de ahorrarse 3.000 millones de dólares de vencimientos de servicios de deuda durante el 2001, siguiendo los consejos del banquero David Muldorf, se canjearon 46 viejos bonos por otros nuevos 5 bonos con una rentabilidad anual "escandalosa" del 7%. Lo que aumentó la deuda externa norminal en US$ 55.000 millones. La misma Cristina Kirchner la denominó “la estafa financiera más grande de la historia argentina”. Poco tiempo después del default, los buitres compraron activos depreciados y defaulteados argentinos y hoy casi el 70% de los títulos en manos de los buitres son de este famoso megacanje.
El famoso megacanje, que Cristina calificó como "la estafa financiera más grande de la historia" pagó intereses del 7 por ciento, hoy Kicillof coloca deuda a más del 9 por ciento.Ahora bien, si el 7% de aquel entonces era exorbitante, el 9,21% de ahora no tiene calificativos. Desde ya, la deuda externa es US$ 193.000 millones menor hoy, y por lo tanto no repercute de manera tan masiva en las obligaciones del Estado con el exterior, pero sí al interior. “Se generó una enorme presión fiscal sin resultado. Se paga y se paga y la deuda sigue creciendo. A tasas de hasta el 12%, como paga la provincia de Buenos Aires, en 5 años se duplica la deuda. Es una estrategia insostenible.” evalúa Cafiero.
Pero la situación que llevó la tasa de interés al 7% en aquel entonces y a más del 9% hoy es la misma: la necesidad del Estado de conseguir dólares con los que fondear las reservas internacionales a falta de ingresos genuinos provenientes de las exportaciones y sin confianza en los mercados para conseguir recursos con los que sortear la coyuntura. “No olvidemos que la tasa de interés mide el éxito de la política financiera de un Estado –advierte Cafiero-y los resultados están a la vista. Esta problemática es compleja y no hay salida rápida a los mercados. Mucho cuidado con los candidatos que hablan de pagarle a los buitres de un día para el otro como si eso fuese una solución mágica sin medir los altos costos tributarios.”
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