Adán Salgado Andrade (especial
para ARGENPRESS.info)
En un artículo anterior, me referí a lo lucrativo
que es el manejo y procesamiento de alimentos, los que, incluso, desde hace
algunos años, se han ido alterado genéticamente con tal de darles
características especiales que los hagan más resistentes, dicen sus creadores,
por ejemplo, a plagas o a sequías
(http://adansalgadoandrade.blogspot.mx/2010/08/la-muy-lucrativa-adictiva-engordante-y_01.html).
Particularmente,
la empresa agroestadounidense Monsanto se ha caracterizado por ser la que más ha
promovido la modificación genética de los alimentos.
Monsanto fue formada
en 1901, por John Francis Queeny, con la inicial finalidad de producir el
endulzante llamado sacarina (muy empleado por los diabéticos). Monsanto era el
apellido de su esposa, la señora Olga Monsanto. Eran muy buenos tiempos para las
empresas químicas, sobre todo porque la avalancha de invenciones que se dio a
finales del siglo diecinueve y principios del veinte, demandaba muchos
compuestos y bases industriales. Ya en los años 1920’s, Monsanto se había
expandido para producir ácido sulfúrico y bifenilo policlorado, PCB, un
enfriador empleado en los primeros transformadores y motores eléctricos y que
habría de seguirse empleando hasta los años 1980’s, pero se suspendió su uso, al
comprobar que era una muy peligrosa sustancia para el medio ambiente, cuyos
contaminantes efectos perduran por años (Monsanto, que era la única empresa que
lo seguía produciendo en EU, suspendió voluntariamente su fabricación en 1985,
debido a su alta peligrosidad).
Luego de esos desatinos (como en muchas
otras cosas que ha hecho Monsanto), se puso la empresa a fabricar plásticos y
telas sintéticas y en los años 1960’s, fundó una división para producir
herbicidas, incluido el defoliante llamado “Agente Naranja”, muy empleado en la
guerra contra Vietnam, como arma química para “despejar” (o sea, destruir) las
áreas boscosas en donde se escondían los enemigos, con tal de evitar emboscadas,
pero también se empleó para destruir sus cosechas, con tal que carecieran de
alimentos y lograr su pronta rendición (ya desde la intervención inglesa en
Malasia, se empleó ese peligroso herbicida). La otra empresa que lo fabricaba
era Dow Chemical, pero era tan tóxico, que no sólo acababa con plantas y
árboles, sino que envenenaba y mataba a soldados y civiles. De hecho, sus
perniciosos efectos están aún presentes en tierras muy contaminadas por ese
mortal químico (desde el 2012, se han llevado a cabo programas conjuntos entre
los gobiernos de Vietnam y EU para limpiar miles de hectáreas de tierras aún
contaminadas desde la guerra).
En los 1970’s, Monsanto inventó otro
herbicida, el Roundup, cuyo elemento activo es el glifosato. Ese herbicida era
empleado por los granjeros, con tal de que combatiera las hierbas que crecen
entre los cultivos, y lograr, así, que aumentara la producción. Y luego, muy
convenientemente, Monsanto, en los 1990’s, comenzó a incursionar en la
agricultura, empleando su pasada “experiencia” para elaborar tipos de cultivo
que resistieran, ¡háganme favor!, su propio herbicida. Buena receta, inventar un
veneno y, luego, el antídoto, con tal de acaparar muerte y vida.
De allí,
surgieron sus cereales frankenfood, caracterizados por alterarlos genéticamente.
Consiste el procedimiento en inocular a nivel molecular una característica que
haga a una planta resistente, por ejemplo, a una plaga o a sequía o, incluso,
que no puedan crecer sus semillas (eso, para, según Monsanto, “proteger sus
patentes”, como si a la naturaleza se le pudiera patentar). Así que la falta de
ética de Monsanto, como se ve, proviene casi desde su fundación.
Como
señalé, la alteración genética iniciada por Monsanto se logró inoculando a nivel
molecular características tan absurdas que, por lo mismo, cada vez más y más sus
creaciones frankenfood han ido rechazándose en muchos países. Por ejemplo, en el
caso de sus cepas de maíz transgénico, como la Cry3Bb1 (llamado Terminator,
puesto que sus semillas no germinan, con tal de “proteger” su patente), lleva
inoculada una toxina derivada de la bacteria Bacillus thuringiensis, Bt, que,
supuestamente, lo hace más resistente a las plagas, además de que “consume menos
agua”. Todas esas afirmaciones, se han ido desmintiendo por científicos que han
estudiado dicho maíz y han concluido que ni es tan resistente a las plagas, ni
consume menos agua, pues, al contario, requiere tal maíz más líquido. La tan
presumida resistencia a las plagas, quedó en entredicho, pues la larva de un
escarabajo de Estados Unidos, ya se está alimentando de maíz transgénico, como
demuestra una reciente investigación
(http://www.zmescience.com/science/biology/bugs-resistance-gmo-corn-25032014/?utm_source=feedburner&utm_medium=email&utm_campaign=Feed%3A+zmescience+%28ZME+Science%29).
Que
un simple escarabajo haya ya desarrollado resistencia, no sólo a un tipo de maíz
transgénico, sino a dos, el Cry3Bb1 y el mCry3A, demuestra que con la Naturaleza
no se puede jugar y, mucho menos, “patentar”, como Monsanto ha pretendido. Ni
sus sucias prácticas legaloides de “demandar” a quienes siembren “sin permiso”
su soya transgénica o que si sus cultivos se hubieran contaminado con el polen
de aquélla y no lo reportaran, como sucedió con un granjero canadiense, evitó
que ya, como señalé, un escarabajo se haya vuelto resistente y esté invadiendo
las cosechas del maíz transgénico (en la cinta “Food Inc.”, se muestra el duro
actuar de Monsanto contra granjeros estadounidenses que vuelven a sembrar la
soya transgénica: http://www.youtube.com/watch?v=mrUrQIwOCO4. Ver mi artículo
citado).
Además, experimentos recientes, practicados con ratas, a las que
se les alimentó con una dieta equivalente a lo que ingeriría una persona,
incluyendo maíz transgénico, mostraron que en pocos meses dichas ratas
desarrollaron terribles tumores.
A pesar de ello, muchos “científicos”
desdeñan tales experimentos, especialmente Monsanto, tildándolos de faltos de
seriedad, de ética y de haberlos efectuado bajo prácticas poco confiables
(http://www.forbes.com/sites/jonentine/2013/11/29/notorious-seralini-gmo-cancer-rat-study-retracted-ugly-legal-battle-looms/2/).
De
todos modos, ello ha redundado mucho en el desprestigio de Monsanto, por lo que
últimamente ha pretendido volverse “orgánica”, como veremos.
Busca
hacerlo con la manipulación de hortalizas, pero, aseguran sus directivos, de una
forma “orgánica”, nada de insertar genes, como hizo con su maíz, sino “natural”.
De hecho, intentó hace unos años colocar en el mercado un jitomate modificado
genéticamente para que durara más, antes de madurar demasiado. El llamado Flavr
Savr fue manipulado para que produjera menos cantidad de una enzima llamada
poligalacturonasa, que es la causante de que el jitomate madure demasiado pronto
y por eso se debe de cosechar aún verde. Pero con la manipulación hecha por
Monsanto, tardaba más en madurar y pudrirse. Y no sólo eso, sino que también se
le manipuló su sabor, con tal de hacerlo más “crujiente”. En efecto, el
manipulado vegetal sabía más a papa, que a jitomate. Calgene era la división de
Monsanto encargada de realizar dicha modificación (era una compañía biogenética
independiente que trabajaba justo en la manipulación del jitomate y que Monsanto
compró a mediados de los noventas).
Sin embargo, el Flavr Savr no fue
aceptado, sobre todo en Europa, en donde se opusieron a sembrar y consumir tal
engendro, pues no es posible determinar qué daños pueda ocasionar un vegetal que
se haya manipulado para no pudrirse tan pronto. Además, como le costaba muy caro
a Monsanto producir dicho jitomate transgénico, no dudó en terminar con el
proyecto, así como con Calgene, en el 2001.
Por tanto, Monsanto decidió
cambiar de táctica. El ejecutivo encargado de Calgene, el señor David Stark,
biólogo molecular, fue reasignado a otro proyecto, que consistió en la “cruza”
acelerada mediante máquinas especiales y modelos computarizados de hortalizas,
para obtener, así, tipos de tales hortalizas que representaran un óptimo en
cuanto a textura, pero, sobre todo, en cuanto a sabor.
Sobre todo en
sabor, Monsanto ha pretendido las “mejoras” haciendo más dulces sus creaciones,
especialmente las frutas, como señalo más adelante.
Se trata de cuatro
hortalizas: lechuga, cebolla, brócoli y pimientos, y una fruta: melón, pero
Monsanto sostiene que los ha mejorado con técnicas “tradicionales”, sin recurrir
a la alteración genética, como hizo con el maíz o la soya
transgénicos.
Como menciono arriba, mediante máquinas y modelos
computarizados, Monsanto selecciona las mejores especies de lo que desea
mejorar, ciertas características, tales como consistencia, sabor, textura. Esos
fenotipos provienen de genotipos, o sea, los genes responsables de que se
generen de la forma deseada. Así, se toman muestras de esas plantas, las
mejores, y se insertan en una máquina que puede leer hasta 200 mil de tales
muestras por semana. También tiene otra máquina llamada “pulverizador de
semillas”, con la que puede analizar el plasma germinal de una planta. Con esas
técnicas se identifican las mejores características de una planta, que la harán,
digamos, única. Stark dice que es como si se hicieran millones de cruzas e
injertos, que, en forma natural, tomaría mil años, pero “gracias” a Monsanto,
eso se hace en años. “De hecho, la probabilidad de que una sola planta posea 20
características deseadas, en forma natural, es de una en dos billones”, presume
Stark.
Una vez que se obtiene el vegetal con las características
deseadas, se pone a prueba, sembrándolo y ya que crece y se cosecha, se hacen
degustaciones entre todo tipo de personas, desde granjeros, hasta chefs, con tal
de que den su visto bueno o rechazo a la nueva creación.
Y, en efecto,
las hortalizas mencionadas antes, han gustado mucho, pues cada una goza de
ciertas características que la hacen más atractiva.
Por ejemplo, el
brócoli, bautizado como Beneforte, que fue lanzado por primera vez en el otoño
del 2010, y está disponible todo el año. Esta cruza contiene tres veces más
glucorafanina, compuesto que incrementa los niveles de antioxidantes en el
organismo, la cual se obtuvo cruzando brócoli normal con una especie silvestre,
única, que crece en el norte de Italia. Se siembra actualmente en Arizona,
California y en ¡México! Y justo, éstas son de las novedades de las que se
entera uno cuando se hacen investigaciones como la presente, que sólo así se
conozca lo que ninguna autoridad del país ha revelado, que ya se siembra ese
vegetal en el país. Habrá que preguntarse si el polen del Beneforte puede
contaminar al brócoli normal y darle sus características y, de ser así, si
Monsanto actuará “legalmente” contra los campesinos que siembran brócoli normal,
que no le den aviso, en caso de que sus siembras se llegaran a contaminar, con
tal de que ese “preciado vegetal patentado” no se obtenga por otros medios, más
que por las semillas vendidas legalmente por Monsanto.
Otro vegetal es un
pimiento llamado BellaFina (¡vaya nombre!), el que vio la luz en el otoño del
2011, del que se dispone todo el año. Este pimiento, que, al igual que el
Beneforte, asegura Monsanto que es “orgánico”, sin modificación genética (aunque
obtenido, como dije, por acelerados métodos computarizados, así que no parecen
tan orgánicos), son un tercio en tamaño de un pimiento normal, según para que no
se desperdicien tanto y se aprovechen mejor al cocinar (no veo mucha ventaja en
ello). Se obtuvo cruzando sucesivamente plantas cada vez más pequeñas. Se
cultiva en California, Florida y Carolina del Norte.
Un tercer vegetal
“orgánico” muy promovido es una cebolla morada, bautizada como EverMild. Lanzada
en el otoño del 2010, está disponible de septiembre a Marzo. Es más suave y
dulce que la normal, además de que reduce el lloriqueo de los ojos, asegura
Stark. Se obtuvo seleccionando plantas con menores niveles de piruvato, el cual
determina el picor y el efecto lacrimoso que ocasiona la cebolla normal (lo
cual, no tiene nada de malo, pues, incluso, es un buen antiséptico para los
ojos). Se cultiva en la región noroeste de Estados Unidos.
La Frescada,
lechuga, es otra de las hortalizas muy presumida por Monsanto, sobre todo por su
sabor muy dulzón y por tener una consistencia más crujiente que la normal (Stark
dice que, incluso, puede emplearse como botana). También aseguran que dura más
(no se pudre tan pronto) y que contiene 146 por ciento más folato y 74 por
ciento más vitamina C, lo que la hace “más nutritiva”. Se obtuvo cruzando dos
especies de lechuga, la romana y la orejona (en EU le llaman iceberg).
Disponible todo el año y se siembra en Arizona (desértico estado, ¿de dónde
sacarán tanta agua que se requiere para sembrar hortalizas?) y
California.
Y la estrella de todas, es un fruto, el Melorange, variación
del melón. Fue lanzado en el invierno del 2011, disponible de diciembre a abril.
Su característica es que es 30 por ciento más dulce que un melón normal. Se
obtuvo de cruzar cantalupos con melones europeos que contienen un gen
responsable del citrón, el cual le da un aroma más frutoso y floral. Según
declara Stark, no tiene nada que ver con el melón normal, pues éste “es como si
comieras un melón súpercargado”, se jacta. Para él, el melón normal es pasable y
ya, pero con el Melorange “¡siempre pedirás más!”. Vaya comparación, pues es
como si se comparara una vaca normal, con una vaca Hertford, muy
fina.
Pero todo ese pretendido organicismo, tiene su precio. En efecto,
esas verduras y la fruta, son más caras. El brócoli injertado cuesta $2.50
dólares el medio kilo, o sea, unos 35 pesos, cuando que el precio del brócoli
normal fluctúa alrededor de los cinco pesos. Los pimientos cuestan $1.50 dólares
la bolsa con tres, unos 21 pesos, mientras que el kilo de normales cuesta entre
ocho y diez pesos, que son unos cinco pimientos normales. El melón cuesta $3.00
dólares cada uno, 42 pesos, cuando que el normal vale unos diez pesos el kilo
(me refiero a precios de temporada). La cebolla cuesta $2.00 dólares el medio
kilo, 24 pesos, en tanto que la normal cuesta unos cuatro pesos. Por último, la
lechuga de Monsanto vale $2.50 dólares el medio kilo, 35 pesos, en tanto que una
lechuga normal vale de 5 a 10 pesos. Como se ve, en casi todos los casos, los
precios son más de seis veces los de las hortalizas normales. Claro que si
Monsanto logra que sus verduras y frutas “orgánicas” se impongan sobre las
convencionales, a través de sus monopolistas, tramposas prácticas, sus ganancias
se incrementarían aún más, a pesar de ser tan caras, sin esperar que el precio
bajara en el futuro, pues de hecho los costos de los alimentos continúan
incrementándose, debido a las prácticas monopólicas de Monsanto y otras gigantes
agroindustriales, como Cargill, Perdue Farms, Conagra, Tyson, General Foods,
entre otras (controlan más del 80% de la producción mundial agroindustrial),
además de la escases debida a rendimientos decrecientes de las tierras
agrícolas, y por las sequías y el cambio climático (ver mi
artículo:
http://adansalgadoandrade.blogspot.mx/2010/08/la-muy-lucrativa-adictiva-engordante-y_01.html).
De
todos modos, la venta de esos vegetales, ya le redituó $821 millones de dólares
en el 2013, que para una empresa con ingresos anuales por $14,000 millones de
dólares, dice Stark, “no está nada mal”.
Y de hecho, ya varias cadenas de
supermercados estadounidenses distribuyen sus vegetales. Por lo mismo, planea
Monsanto seguir creando más cruzas. Para ello, en el 2005, compró a la empresa
Seminis, dedicada a vender plasma germinal en grandes cantidades (justo es con
lo que pudo experimentar Monsanto las distintas cruzas de sus vegetales).
También posee Monsanto un gran invernadero en las montañas de Guatemala, en
donde el aire seco y caliente, permite hasta cuatro cosechas por año, muy bueno
para la investigación, asegura. Así mismo, adquirió De Ruiter, una de las
empresas más grandes que producen semillas de invernadero. Y en el 2013 compró a
la empresa Climate Corporation, compañía que analiza el clima mediante el manejo
de millones de datos, y que puede dar informes fidedignos de que tipo de plantas
se requieren para que sobrevivan el calentamiento global en determinada región
(de hecho, el calentamiento global ya se está volviendo muy lucrativo. Ver mi
artículo:
http://adansalgadoandrade.blogspot.mx/2014/03/el-muy-lucrativo-calentamiento-global.html).
En
lo que también insiste Monsanto es en hacer más “sabrosas” sus frutas, sobre
todo, más dulces, pues esa es su idea de “mejorar” el sabor. Su filosofía es
“logra que la fruta sea más sabrosa y la gente comerá mucho más”. “Eso es bueno
para la sociedad y, seamos francos, muy bueno para los negocios”, afirma Stark,
jactancioso. Claro, a fin de cuentas, en efecto, se trata de ganar y ganar,
aunque se hagan frutas más dulces y, por lo mismo, con más calorías, lo cual no
es, precisamente, bueno para la salud. Nadie antes ha manipulado los niveles de
azúcar en la forma en que lo está haciendo Monsanto. “No es más que un
experimento”, dice al respecto Robert Lustig, endocrinólogo pediatra, y
presidente del Instituto para la Nutrición Responsable. “El único resultado que
espera Monsanto es el de la ganancia”.
Y por ello, a pesar de que se
presente como “muy orgánica”, no abandona Monsanto sus prácticas monopolistas.
La compañía impone severas cláusulas para los granjeros que compran sus semillas
de hortalizas, igual que hace con su soya o maíz transgénicos, sobre todo la
estricta prohibición de que dichos granjeros vuelva a sembrar sus semillas
(¡absurda medida!). Aunque hace algunas concesiones, si no se logran las
cosechas como se espera que se den, claro, siempre y cuando se haya cumplido con
todas las medidas que exige para que se siembren sus vegetales. Todo ello con
tal de que los vegetales mencionados, y los que siga produciendo, se vayan
reconociendo por los consumidores, confíen en ellos, se acostumbren a comprarlos
y ya no los cambien por nada, como dice Stark. “Eso es lo que en realidad deseo,
que crezcan y crezcan las ventas”.
En fin, como puede verse, nada es
desinteresado dentro del capitalismo salvaje, el que aparentará dejar de serlo,
capitalismo salvaje, con tal de lograr sus lucradores objetivos.
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