HOMENAJE AL Dr. RAMÓN CARRILLO
1956 - 20 de diciembre - 2015
59º aniversario de su fallecimiento
DOCTRINA PERONISTA DEL BIENESTAR SOCIAL
Y DE LA SALUD DEL PUEBLO
por el Profesor Dr. Ramón Carrillo
(Trabajo escrito para la Revista Continental "Yapeyú" Nº 55, junio de 1947, a poco de concluir la Segunda Guerra Mundial)
DESDE ANTES DE LA GUERRA el mundo vive una revolución económica, política y social, de la que tiene que surgir la transformación de los pueblos; sea sobre la base del espíritu de sacrificio, o sobre las tendencias del egoísmo, según lleguen a predominar las fuerzas del bien para beneficio de todos, o las que explotan al hombre en exclusivo provecho de los fuertes.
Plantear el problema en estos términos es urgir a los seres de buena voluntad para que se alisten en las filas de la solidaridad humana, dispuestos a adelantarse en el camino del perfeccionamiento. Si lo hacen habrán cumplido con un deber humano. Sólo por esa vía, por la solidaridad humana, se puede realizar algo grande y hermoso, con el acento propio del desinterés y del espíritu de colaboración; sólo por esa vía se conquistará el bienestar social, como el destino ha querido que ocurra en la República Argentina, donde estos trascendentales problemas han sido planteados y resueltos en sus diversos aspectos, ya que aquí entendemos que la vida humana es el mayor bien espiritual y económico de la Nación.
Una figura excepcional en la historia de nuestra República, el general Perón, ha sido el creador de la doctrina y de la fuerza ejecutora de estas transformaciones, animado por el mismo fuego sagrado de los fundadores de la nacionalidad.
Su obra ha deslumbrado al país y asombrado a América por el acierto de sus planes y los resultados obtenidos mediante la inteligente orientación de las fuerzas sociales y de la fe que sus compatriotas pusieron en su esfuerzo.
No corresponde estudiar en estos párrafos ninguna otra, de las distintas fases de la múltiple personalidad del general Perón, que no sea aquella relacionada con el bienestar social o "bienestar general", como dice el preámbulo de la Constitución argentina. Por eso dejaré de lado otros aspectos de la obra de este gran argentino que enseña al país que la vida es acción.
En la Declaración de los Derechos del Trabajador, enunciada por él, se encuentran, entre otros, tres aspectos del bienestar general de los individuos que, como "atributos naturales inalienables e imprescindibles de la personalidad humana", no es posible desconocer.
a) El derecho a la preservación de la salud.
b) El derecho al bienestar.
c) El derecho a la seguridad social.
Estos tres postulados de los diez derechos del general Perón tienen una importancia fundamental, pues son el más alto exponente del espíritu de solidaridad humana. Es indudable que todo plan de preservación de la salud, de defensa sanitaria, de ayuda higiénica o de seguridad social, es, por sí mismo y por sus alcances, generoso y desinteresado, ya que el estadista lo realiza sin esperanza de recoger frutos, ni tener por su obra otra satisfacción que la de haber hecho el bien por el bien mismo.
La acción sanitaria mira al futuro
Por esto los políticos profesionales han desdeñado la acción sanitaria y se han desentendido de la preservación higiénica, cuyos beneficios sólo han de verse reflejados en el bienestar de las futuras generaciones. La preservación de la salud supone una tarea oscura y abnegada, que no se traduce de inmediato en votos ni permite ganar elecciones. No podía interesar, pues, a los políticos.
Nuestro pueblo consignó en su propia Constitución los elementos precisos para facilitar esta acción generosa, comenzando por abrir de par en par las puertas de su territorio para que en él puedan vivir, libremente, todos los hombres del mundo que quieran habitar el suelo argentino, y propiciando como fin supremo del Estado el bienestar general, para nosotros, para nuestros hijos y para sus descendientes.
Con disposiciones de esta naturaleza nuestro país se anticipó en muchas décadas a los sucesos del mundo, como si hubiese previsto el final de la época que ahora presenciamos, y el nacimiento de la nueva, que nos encuentra en plena acción civilizadora, como protagonistas del movimiento histórico que encabeza el conductor más sensible y humano de los tiempos presentes: el general Perón, quien ha entregado al pueblo lo que la rutina de los siglos le negaba, codificándolo en las tablas de la ley criolla que él escribió con el título de Los Derechos del Trabajador.
Dos grandes fuerzas luchan en el mundo
No es posible desconocer que tanto en la Argentina como en el resto del mundo luchan dos grandes fuerzas: las de la desintegración por el egoísmo y las de la recomposición por la solidaridad. Si triunfasen las primeras, el resultado sería el caos. En cambio, del predominio de las segundas puede surgir una nueva sociedad afianzada sobre los principios orgánicos que se encuentran en cada una de las corrientes de opinión que se han disputado el mayor ascendiente en los distintos pueblos, es decir:
a) Sobre la base capitalista.
b) Sobre la base comunista.
c) Sobre la base nazifascista.
d) Sobre una base democrática, nombre con el que se podría encubrir cualquiera de las formas de opinión ya citadas.
e) Sobre una base peronista, de auténtica democracia popular, que no es fascista, ni comunista, ni capitalista, sino simplemente republicana, democrática y humana, tal cual la ha proclamado esta nueva doctrina que es ya una concepción política, jurídica, económica y social fundada en el fecundo equilibrio de los distintos grupos sociales de la Nación.
Hasta el presente se ha considerado al hombre en cuantos aspectos es posible hacerlo, excepto en el fundamental que le consagra el peronismo: el de ser humano no explotable, ni por el Estado, ni por el capital, ni por el trabajo organizado para la dictadura del proletariado, es decir, del comunismo.
La Revolución Francesa sancionó los derechos políticos, las libertades de pensar, de opinar, de reunirse, etc., es decir, ratificó la concepción del hombre como ente político.
La revolución industrial lo llevó a conquistar sus derechos económicos, y la facultad de ganar dinero y de invertirlo con plena libertad, supeditando todo al hombre como ente económico.
La revolución rusa y la nacional-socialista suprimieron todas las libertades para reemplazarlas por el poder de la colectividad dentro de una sola clase social o en el Estado mismo, es decir, considerando al hombre como ente social.
El hombre como ente humano
El peronismo, respetando al hombre como ente político, como ente económico y como ente social, ha impuesto la concepción racional del hombre como ente humano, es decir, como ser que vive, siente, goza, sufre, lucha, se alimenta, se reproduce, necesitando para todo esto del inalienable derecho de trabajar con dignidad, como lo preconiza el decálogo establecido por el peronismo cuyo cumplimiento significa la solución de los problemas que pudiera plantearle la vida.
No es posible suponer la existencia de una doctrina más racionalmente humana y respetable como lo es la instituída por esta concepción peronista, que concilia al hombre con la realidad de los mil y un problemas, grandes y pequeños, sublimes y modestos, extraordinarios o insignificantes presentados por el diario acontecer, solucionándolos con la suprema dignidad que da el trabajo, al cual el hombre tiene acceso por derecho propio y que ningún poder le puede desconocer.
Esta doctrina en el aspecto de la salud pública alcanza proyecciones trascendentales para el porvenir del país, porque de nada le valdrían a éste sus portentosos adelantos materiales de los cuales con justo regocijo nos enorgullecemos, si por el optimismo que produce la riqueza descuidáramos las preocupaciones que deben producirnos los problemas de seguridad social, del bienestar colectivo y de la preservación de la salud.
El peronismo desde un principio abordó el problema en forma integral, y le dio solución creando en primer término la Secretaría de Salud Pública de Ia Nación con jerarquía de ministerio, como entidad eficiente, prestigiosa, ejecutiva y provista sin limitaciones de todo el personal y elementos indispensables para desarrollar una acción concordante con las necesidades que le corresponde atender y remediar, por medio de soluciones que sólo son posibles cuando se aprovechan y distribuyen racionalmente, y con la amplitud que corresponde, los recursos técnicos, económicos y administrativos de que dispone la Nación.
El principal aspecto de este programa es la atención de las necesidades de aquel sector de la población que por dificultades económicas no se halla en condiciones de obtener la atención médica profesional que le es indispensable, ni adquirir los remedios indicados para su curación.
Infortunadamente, este sector de nuestro pueblo lo constituye la mayoría de los habitantes del país, como con decepcionada franqueza, pero con su característica disposición para afrontar las situaciones graves y remediarlas, lo reconoció el jefe del Estado en diversas oportunidades.
Nada significarían en la realidad las numerosas obras públicas, carreteras, trabajos de fomento industrial, canales de irrigación, intensificación de cultivos y de estímulos a la producción, ni los titánicos esfuerzos para extraer del seno casi inviolable de la tierra su riqueza de hidrocarburos, de combustibles sólidos y de valiosos metales allí acumulados a través de las edades geológicas, si descuidáramos, alucinados por el optimismo que producen tan grandes tesoros, la atención de la salud, el saneamiento de nuestras ciudades y el mejoramiento sanitario de las diversas zonas del país, encauzando las enseñanzas del saber universal para el bienestar de nuestros conciudadanos.
Se quiere que el pueblo cumpla su destino
Para no incurrir en ese error hemos asumido la tarea de preparar a nuestro pueblo, poniéndolo en condiciones de cumplir el destino que le impone su tradición, la fecundidad del suelo patrio y los progresos de nuestras instituciones políticas, unidos al hecho de constituir la Argentina una de las reservas de la humanidad por su cultura y sus fecundas y generosas concepciones de la vida, lo mismo que por su tradicional respeto a los hombres y a los pueblos.
Es propósito del gobierno responder ampliamente a su origen popular, dedicando sus preocupaciones a la protección de las masas, y planificando la acción médica preventiva y la asistencia social de manera que el problema colectivo de la salud pueda definirse con el viejo aforismo de que más vale prevenir que curar, lo cual es además sabía política económica, porque el capital humano, en la doctrina peronista, es lo que más interesa al Estado.
Los males creados por la imprevisión
El Estado, lógicamente, al abrir nuevos hospitales debe estar en condiciones de arbitrar los medios para que haya menor necesidad de ellos atacando los males en su comienzo, porque es innegable que la atención hospitalaria no es ningún beneficio especial en favor del individuo enfermo, sino un servicio público y una razonable reparación por los males que la imprevisión sanitaria o la simple vida en sociedad le hayan producido.
Auténticos principios de equidad indican que no es posible negar las garantías de seguridad para la salud a los ciudadanos que contribuyen al engrandecimiento de la riqueza social, elemento decisivo de ayuda común, no sólo para remediar la situación angustiosa del enfermo, sino principalmente para evitar que sea tal, defendiendo en cada persona a la sociedad entera, con todo el poder de la Nación y en esfuerzo metódico y orgánico; que, no por legal, conveniente o justo, deja de ser también bello exponente de solidaridad social, y hasta si se quiere de alto espíritu de humanidad empenachado de idealismos, que son para el país gérmenes de grandeza, en una nueva vida preñada de esperanzas.
Conducir a la Nación por las rutas de la preservación de la salud, y de la seguridad y del bienestar social, con el espíritu de cooperación altruísta demostrado por el peronismo, equivale a trabajar con fervor místico por su grandeza. Pues del vigor de su raza depende su condición de núcleo admirable de la civilización universal, en demanda de cuyos dones acuden los hombres de buena voluntad de todo el mundo y han de continuar viniendo las naves de todas las banderas, según lo dijo en bella frase el gran poeta peruano José Santos Chocano: "como si fingieran ser imploradoras manos, ahuecadas en el ruego, para recoger el trigo en que se multiplican los cinco panes del milagro evangélico".
El pueblo no come lo suficiente
Esa obra resulta la más recomendable en los tiempos presentes, porque aunque sea doloroso repetirlo, no es ningún secreto que en esta tierra de la abundancia y de la prosperidad, un tercio de nuestro pueblo no come lo suficiente para vivir en salud; y sufre, si no del hambre aguda que asoló tantos pueblos, sí del hambre crónica, de la subalimentación, que debilita a las masas como si fuera una enfermedad endémica, lo que, por otra parte, si en estos momentos es un hecho normal en la Europa desolada, no debe serlo en nuestro país.
Las causas de tal situación, bien conocidas por cierto, son las que el gobierno trata de reparar, educando a la población, dándole las nociones indispensables para que sepa alimentarse, facilitándole la acción higiénica, mejorándole la vivienda, y sobre todo combatiendo la pobreza, la carestía, los salarios de hambre y la explotación del hombre, todo lo cual es el objetivo, el norte hacia el que se dirigen nuestros esfuerzos, cuya ejecución los transforma en uno solo, el del bienestar del pueblo... de la misma manera que el poeta y apóstol de América, José Martí, hablando en sentido figurado decía con su palabra de luz que "todos los árboles de la tierra se concentran en uno solo, predestinado a dar en lo eterno la más suave y esplendorosa aroma: el árbol del amor de tan robustas y copiosas ramas, que a su sombra se cobijan sonrientes y en paz todos los hombres".
El período de reconstrucción social que estamos afrontando es período de reconquista espiritual, bajo los ecos del verbo inflamado del animador infatigable de este movimiento: el general Perón. Su pensamiento y su acción han creado en el país un lenguaje nuevo, en el que no existen ni la hipérbole, ni el engaño, ni la demagogia, sino la verdad pura, la que llama todo por sus nombres y da la medida exacta de las cosas.
Se terminaron las épocas de los problemas insolubles, las letanías de los infortunios, el culto de la desesperanza y el sacerdocio del pesimismo. Pasaron de moda las fórmulas complicadas para las cosas simples. Se concluyó el sistema de las palabras cruzadas que permitían leer "ecuanimidad" donde decía "engaño; y los argentinos todos, pero primeramente los desposeídos y los infortunados, han comprendido que por boca del general Perón hablan no sólo las reivindicaciones del presente, sino las de las generaciones pasadas y de los que aun no han nacido, en su ansia legítima de defender el ideal de justicia social creado por Dios para que no se sigan agitando, en tempestades sin fin, ni los hombres, ni los pueblos.